Decenas de miles de científicos de todo el mundo
afirman sobre el “cambio climático” ocasionado por la acción del hombre —y el
consiguiente “calentamiento global”— ser una farsa, una mentira
monumental. Al comienzo del
documental The Great Global Warming Swindle (La Gran farsa del
calentamiento global), dirigido y producido por el británico Martin Durkin, que
puede verse en YouTube (y recomiendo que se vea), destacados expertos
como Siegfried Fred Singer, físico austríaco-estadounidense,
profesor emérito de ciencia ambiental de la Universidad de Virginia; el
británico-canadiense Timothy Francis Ball, geógrafo, climatólogo, profesor
ordinario de Geografía en la Universidad de Winnipeg; Roy W. Spencer profesor,
climatólogo, y científico investigador principal en la Universidad de Alabama
en Huntsville, Jefe de Equipo Científico de EE.UU. para el Radiómetro de
Escaneo del satélite de la NASA Aqua, siendo además científico
principal, de estudios del clima en la NASA Marshall Space Flight Center, en
Huntsville, Alabama; el climatólogo estadounidense Patrick J. Michaels,
investigador principal en estudios ambientales en el Instituto Cato, en
Washington D. C., profesor investigador de ciencias ambientales en la
Universidad de Virginia, hasta 2007; el físico norteamericano Richard Siegmund
Lindzen, experto estudioso de la atmósfera, reconocido internacionalmente por
su trabajo referente a la dinámica de la atmósfera intermedia, las mareas
atmosféricas y la fotoquímica del ozono; el geofísico danés Eigil
Friis-Christensen (fallecido en septiembre de 2018) que fue gran especialista
en física espacial; Nir Joseph Shaviv, israelí-estadounidense, profesor de
física en el Instituto de Física Racah de la Universidad Hebrea de Jerusalén;
todos hablan sin tapujos: «La alarma del ‘calentamiento global’ se disfraza de
ciencia, pero no es ciencia, es propaganda»; «No podemos decir que el CO2 (su
aumento en la atmósfera) cambiará el clima, ciertamente nunca lo hizo en el
pasado»; «Si el CO2 aumenta en la atmósfera como un gas de efecto invernadero,
entonces la temperatura aumentará. Pero los registros de hielo muestran
exactamente lo contrario. Así que la aceptación fundamental sobre la teoría del
“cambio climático” se muestra falsa». Estos son sólo algunos, ya
suman 31.000 científicos en el mundo los que niegan por escrito el
“calentamiento global”. Quizá sea una relación extensa (y puede que densa para
el lector) la que incluyo en el artículo, pero he considerado importante
significar la categoría científica de algunos de los expertos que niegan
categóricamente la teoría del “cambio climático” producido por la emisión de
CO2, responsabilidad del hombre.
Tal farsa supone la apocalíptica campaña, que hasta
importantes dirigentes del activismo medioambiental, como el ex presidente de
Greenpeace Canadá, Patrick Moore, hastiado de tanta mentira, abandonó la
célebre hiper-subvencionada ONG y hoy condena la fraudulenta teoría del
“calentamiento global”.
Así y todo, sintetizando mucho, llegó el protocolo de
Kioto, el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, que no entró en vigor (entre tantas
vicisitudes) hasta el 16 de febrero de 2005. A finales de 2009 era ratificado
por 187 estados, que Estados Unidos de Norte América no firmó. A partir de
entonces, gobiernos e instituciones, como la corrupta aglutinadora de parásitos
Comunidad Europea, a forrarse a través de millonarias sanciones a todo aquel
ente que no cumpla con las cuotas de emisión de gases de “efecto invernadero”.
Más tarde, el 22 de abril de 2016, vino el Acuerdo de
París, en el que se acordaba un fondo “climático” de 100.000
millones de dólares que los países desarrollados firmantes tendrían que
“movilizar” (repartir entre los “activados” por la “causa” a partir del año
2020, especificando que este fondo deberá ser revisado al alza antes de 2025.
Las ONGs y demás panda aplaudieron con las orejas.
Entre tanto, los medios de comunicación occidentales,
en su inmensa mayoría, se hacen eficaces portavoces de la teoría que ya es
“ideología”. A ella se sumaron personajes sin
escrúpulos, como el ex vicepresidente de EE.UU. Al Gore, que se forró
literalmente encadenando conferencias —por las que cobraba cifras
astronómicas—, en las que se proyectaba su famoso documental Una verdad
que incomoda, sobre la inminente destrucción de la Tierra a manos del
hombre causante del “calentamiento global”, a pesar de la unánime negación de
tal circunstancia por la comunidad científica. Al Gore, junto con el IPCC,
acrónimo de Intergovernmental Panel on Climate Change (Panel
de las Naciones Unidas sobre el Clima; Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático), fue premiado con el —devaluado por su
arrastre permanente por el fango de estiércol de la mentira circense mundial—
Novel de la Paz de 2007, por su contribución a «crear conciencia sobre el tema
con la difusión de su documental An Inconvenient Truth (Una
verdad incómoda)», y, junto con la IPCC, «por
sus esfuerzos en la reunión y difusión de conocimientos sobre los cambios
climáticos provocados por el hombre», en palabras del presidente del Comité
Nobel, Ole Danbolt Mjoes. Bien sabemos que dos años después, en 2009, el Nobel
de la Paz volvió a revolcarse como vulgar gorrino por el suelo pocilguero de la
falacia, al conceder el pomposo galardón a la inepta marioneta de la vil
progresía yankee, Barack Obama. También en 2007 fue Al Gore, penosa y
vergonzosamente, galardonado con el Príncipe de Asturias de Cooperación
Internacional, teatralizándose en Oviedo la ignominiosa pantomima.
No quedó exenta España de la divulgación del falaz
discurso de Gore, y, en consecuencia, también contribuimos los españoles a
agigantar la cuenta corriente del impostor vicepresidente del nefasto Bill
Clinton.
En la foto Al Gore en una de las conferencias por las
que cobraba una fortuna, en la que se exponía su documental Una verdad
incómoda. Hoy es multimillonario.
El 22 de octubre de 2007, el ex vicepresidente
estadounidense cobró 200.000 euros por exhibir su documental y pronunciar su
consabida perorata en Palma de Mallorca, en el congreso organizado por el
Instituto de Empresa Familiar, al que se prohibió terminantemente la entrada a
la prensa, por expreso deseo del mismo Gore, circunstancia reflejada en el
contrato, según informó entonces la agencia EFE. Al día siguiente, el
norteamericano viajó a Barcelona, donde volvió a pronunciar su conferencia en
los actos de inauguración del Congreso Inmas Forum, donde este sujeto, con
patente de corso concedido por Naciones Unidas, gobiernos y prensa terráqueos,
se atrevió a advertir que «España es el país europeo con "más
riesgo", por ser el "más vulnerable", de padecer las
consecuencias del cambio climático y también con "más oportunidad" de
contribuir a la lucha contra el calentamiento global». ¿En base a qué
conocimientos este mamarracho osó soltar semejante “cátedra”. Oportunidad para
contribuir a hacerle más rico, sin duda, la hubo, porque así fue. Dijo también
durante su intervención: «Veo bastantes escépticos en España». ¿Será porque
aún, y gracias a Dios, en nuestra hispana tierra habitan menos legos por km2
que por otros lares de nuestro planeta? Ojalá fuese así.
No quedó ahí la cosa. El Gobierno socialista del
ayuntamiento de Sevilla aportó 120.000 euros a la Fundación Biosfera (ONG de
origen argentino) para subvencionar un tercio del importe que conllevó la
organización del II Encuentro Cambio Climático, Conciencia y Acción,
promovido por el mismísimo Al Gore, y que se celebró el 18 de octubre de 2008,
en plena cruenta crisis económica que sufrieron millones de familias españolas.
En aquel encuentro, además de Gore, también participaron Rajendra
Pachauri, por entonces presidente del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio
Climático de Nacionales Unidas, y —¡oh, cómo no!—Alfonso Rodríguez Gómez de
Celis, nombrado hacía poco teniente de alcalde delegado de Urbanismo
del Ayuntamiento de Sevilla, cuya conferencia versó sobre Ordenación
Urbana Sostenible y Cambio Climático. Sorprendentemente, en el curriculum
académico del concejal socialista no figuraba, entonces, nada que acreditase su
supuesto conocimiento sobre la climatología, más que en Administración de
Empresas y Marketing. Muy científica tuvo que ser su
disertación. Así pues, los 360.000 eurazos dieron para repartir
suculentamente entre los participantes, la Fundación Biosfera —una más de
tantas miles de ONGs sostenidas por suculentas subvenciones—, restando los
200.000 que se embolsaría Gore, puesto que ese era su mínima tarifa conocida.
¿Vamos entendiendo el negociete climático apocalíptico?
Según la agencia de noticias estadounidense Bloomberg,
en un artículo de 2013, Al Gore, a finales de 2000, cuando perdió las
elecciones contra George W. Bush, disponía de un patrimonio de 1,7 millones de
dólares (1,3 millones de euros), que se había multiplicado hasta 200 millones
de dólares (154 millones de euros) en la fecha del citado artículo. Hoy
su fortuna aún se habrá multiplicado varias veces, entre otras cosas por los
millonarios derechos de autor que ha cobrado (y sigue haciéndolo) por sus
millones de ejemplares de libros vendidos, todos dedicados a la misma
cantinela, traducidos a multitud de idiomas y distribuidos por todo el mundo,
cuyos títulos rezan: Una verdad incómoda; Una verdad
incómoda para futuras generaciones (este es para descojonarse, digo
yo); La Tierra en juego; El ataque contra la razón; Nuestra
elección; y no sé si alguno más. Todos sobre la misma falsa cantinela, ese
dantesco panorama que nos aguarda a los humanos ante el avance inmisericorde
del “calentamiento global”. Golfo, Gore.
Ignorada la negación rotunda por la comunidad
científica mundial del llamado “calentamiento global” por los medios y los
gobernantes y políticos de occidente, tal como el jeta Al Gore, en torno al
fenómeno, surgieron, a miles por el mundo, ONGs vinculados al “cambio
climático” —¡sí, a miles!, sólo en España superan la cifra de 400, según el
Ministerio de Transición Ecológica—, así como afloraron otros tantos
ecologistas mesiánicos, unos y otros subvencionados por los gobiernos
occidentales y ese antro de tráfico de ilícitos negocios al que llamamos
Naciones Unidas. El antes mencionado IPCC (recordemos: Panel
de las Naciones Unidas sobre el Clima), creado, ¡cómo no!, por Naciones
Unidas en 1988, expande sus tentáculos adoctrinadores desde entonces, sin
prisas, pero sin pausa los primeros años, y con la multiplicación de andanadas
de los medios de comunicación a partir del año 2000. Nuevo siglo, nuevo
milenio, más sibilina iniquidad sobre la ciudadanía occidental, la que, sumisa
una vez más, asume la “teoría” como una verdad absoluta, incuestionable,
condenando la negación de la farsa.
Pero llegó la hora de insuflar más oxígeno, o mejor
dicho, más dióxido de carbono a la “causa eco-apocalótica”, crear pues mayor expectación a través de más horas
de presencia en los medios de comunicación en todo el mundo (recordemos que en
2020, en función del Acuerdo de París, entrará en vigor el fondo
“climático” de 100.000 millones de dólares que los países desarrollados tendrán
que “movilizar” en pro de la causa climática). Es entonces cuando, casualmente,
surge Greta Thunberg, sueca de 16 años, activista adolescente de causas
variopintas. Al participar en una manifestación frente al Parlamento de Suecia,
el 20 de agosto de 2018, durante una huelga escolar, llamó la atención del
empresario Ingmar Rentzhog, presidente de un Think Tank («tanque
de pensamiento», se definen como laboratorio de ideas e investigación o
instituto de investigación, gabinete estratégico, centro de pensamiento o
centro de reflexión; por supuesto hiper subvencionados, y por tanto sedientos
de fenómenos mediáticos universales tales como “el cambio climático” y
semejantes, del que son miembros desde políticos socialdemócratas suecos hasta
ejecutivos de grandes empresas energéticas de ese país. En general, los Think
Tank existentes en muchos estados, y están sometidos a los intereses
de importante grupos de presión políticos y económicos). Tanto fue así que esa
misma tarde Rentzhog publicó una fotografía de la joven Greta Thunberg en su
página de Facebook, durante su proclama frente al Parlamento. También esa misma
tarde, el Dagens Nyheter, periódico de más tirada de Suecia,
publicó su historia de activista adolescente. El presente lo conocemos: En
menos de un año, Greta Thunberg se ha convertido, en un referente mundial de la
lucha contra el “cambio climático”. Por supuesto que ella solita,
gracias a su lúcida mente y locuaz verbo, no lo ha conseguido. Según las
investigaciones del rotativo británico The Sunday Times, su
meteórico éxito ha sido impulsado y promovido por grandes lobbies y
empresas de energías renovables que utilizarían a la adolescente nórdica como
espolón de proa para «facilitar la transición al corporativismo
verde». Y digo yo que al autor de dicha investigación —que agradecemos, dicho
sea de paso— se le tuvo que hacer un churrasco las meninges, durante ardua
investigación.
Pero que nadie se engañe, en este negocio no hay quien
trabaje por la causa, por amor al arte. La actuación impostada de la joven
sueca, con gestos faciales de niña de asesina de película de terror, está
enriqueciendo sobremanera a sus padres, que administrarán sus caudales, siendo
Greta aún menor de edad. Sin embargo, la sobreactuación de la histérica
adolescente no engaña más que a lelos e ingenuos. De hecho, su teatralización,
cual niña de El Exorcista, recientemente en la ONU, ha sido
muy criticada, por el contenido y por las formas, por millones de “internautas”
de medio mundo.
Y después de las marchas en pro de un planeta verde,
luego de las recientes manifestaciones convocadas en las que millones de
estudiantes se echaron a la calle, clamando por una atmósfera limpia, alertando
de la inminente extinción de la Tierra, fluye la gran hipocresía de los mismos voceros del "calentamiento
global", los vertidos al mar, y los incendios en la Amazonia, desde la
moda y consignas imperantes, creadas e inducidas por nefastas oligarquías
económicas y políticas (las segundas corruptos lacayos de las primeras), sin
verdadero conocimiento de la causa que dicen defender. Luego del griterío, de
la algarada ecologista, se van de celebración, de botellón, a las playas y los
parques, según se dé, dejando tras ellos el rastro que los describe como turba
dirigida, enemiga del individuo y su libre pensamiento: botellas de vidrio, de
plástico, bolsas de todo tipo, colillas y multitud de deshechos orgánicos e
inorgánicos esparcidos por el lugar, evidenciando con este comportamiento su
incivismo borreguil más deplorable, y por tanto la farsa real de todo este
movimiento y de tantos otros de similitud ideológica e iguales turbios
intereses.
Por supuesto que hay que cuidar nuestro planeta, pero seriamente, no con mamarrachadas de masas de marionetas que cuelgan de hilos manipulados por Polifemos, tales como los execrables George Soros, Peter Sutherland, los Rockefeller, y tantos otros empeñados en el manejo de la humanidad al ritmo de sus conveniencias, por el sendero que ellos marcan.
Por supuesto que hay que cuidar nuestro planeta, pero seriamente, no con mamarrachadas de masas de marionetas que cuelgan de hilos manipulados por Polifemos, tales como los execrables George Soros, Peter Sutherland, los Rockefeller, y tantos otros empeñados en el manejo de la humanidad al ritmo de sus conveniencias, por el sendero que ellos marcan.
El gran capital y la masonería, la masonería y el gran
capital. Llamémosle Lucifer, llamémosle Belcebú. Los voceros, marionetas
ideologizadas hasta las trancas, en parte; y en parte, ingenuos. Todos
conducidos como rebaños.